Siempre he sido un chico muy tímido y me ha costado hacer amigos, pero con 18 años ya iba siendo hora de que buscase a alguien con quien jugar. Mis padres insistían en que hablase con mi nuevo vecino, pero ellos no sabían que el juego que a mi me gustaba era el del sexo, y mi vecino (que era de mi misma edad) estaba buenísimo para probarlo.
Así que un día le invité a que viniera a mi casa y aceptó. Lo que él no sabía es que le había invitado precisamente cuando mis padres no iban a estar, por lo que estábamos a solas.
Pronto se dio cuenta de que no íbamos a jugar a la consola, lo llevé a mi habitación y empezamos a besarnos y a quitarnos la ropa. Él estaba tan ansioso como yo, sin lugar a dudas. Comenzamos a lamer nuestros cuerpos y hasta nos hicimos besos negros, que era una de mis fantasías sexuales.
Poco después me penetró, tenía una polla grande y caliente, la sentí mucho dentro de mi. Pero lo que me encantó fue cuando se corrió y sentí toda su leche cayendo en mi cuerpo.
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